Qué duda cabe que el COVID-19 ha supuesto una enorme transformación, tanto a nivel social, como a nivel laboral, y que sus consecuencias han venido para quedarse. En este artículo queremos poner el foco en los cambios positivos que deben ayudarnos como sociedad a trabajar mejor, a ser más solidarios, y sobre todo a adaptarnos a una realidad muy distinta a la que vivíamos hace casi 5 meses.
Hacia un modelo de trabajo flexible
¿Es posible cambiar de un modelo de trabajo presencial a un modelo más flexible donde el teletrabajo tenga un peso relevante?
En palabras de Stéphan Tripoul, COO de Oxygen Finance Services (BNP Paribas) “El COVID-19 ha sido más un revelador que un acelerador del cambio digital. Ya estábamos preparados porque teníamos la tecnología para hacer ese cambio digital, pero no estábamos dispuestos desde el punto de vista de la mentalidad y, como consecuencia de esta situación, ahora hemos avanzado mucho.”
Más allá de la tecnología, y superada la barrera mental sobre la productividad de los empleados que teletrabajan (el INE afirma que los teletrabajadores aumentan su productividad entre un 5% y un 25% respecto a los presenciales), cabe cuestionarse el hecho de que no todas las personas y sectores se desenvuelven de igual forma es esta nueva forma de trabajar, a lo que se une el reto de mantener esta productividad y el compromiso de los colaboradores en el tiempo de una manera sostenible.
Para ello, será necesario contar con modelos de gestión adaptados al teletrabajo, modelos en los que se trabaje por proyectos y en los que se disponga de las herramientas necesarias para valorar si vamos en la buena dirección.
Por suerte esto no es nada nuevo. Ya en la década de los 50, Toyota puso en marcha una metodología de gestión aplicada a los procesos de producción de automóviles. El principio en el que se basa esta metodología es la participación de todas las personas en la mejora rápida y sostenida de los procesos, gracias a la eliminación sistemática de las aquellas actividades que no generan valor añadido al servicio o al producto final, pero que consumen recursos y, por tanto, aumentan su coste.
Una variante de la anterior, es la metodología “Ágil” o “Agile”, una metodología de gestión de proyectos que utiliza ciclos de desarrollo cortos, llamados sprints, para poner el foco en la mejora continua del desarrollo de un producto o servicio, más que centrarse en la gestión del propio proyecto. Estas metodologías podrían también definirse como una nueva filosofía de trabajo, una nueva forma de organización que permite a las empresas ser más rápidas y ágiles en su respuesta a las demandas de los clientes, adaptar sus procesos a una realidad cambiante y, al mismo tiempo, desarrollar capacidades como el trabajo en equipo y la innovación.
El otro gran reto lo encontramos en la motivación de los colaboradores. Los sistemas de teletrabajo facilitan la conciliación de la vida laboral y familiar, lo que supone un gran incentivo para muchos de nosotros. Pero esta ventaja del teletrabajo se contrapone con el hecho de que la falta de interacción presencial puede generar cierta sensación de aislamiento y desafección del empleado con la empresa, con las consecuencias que esto puede tener.
Un gran número de empresas ya han pedido a sus trabajadores volver a las oficinas, con las medidas de seguridad necesarias para garantizar la protección. En otros casos, esta vuelta está siendo voluntaria y se produce solo para uno o dos días a la semana. Y otros, continúan todavía teletrabajando el 100% de su jornada. Se ha abierto un gran abanico de opciones, antes inimaginable, que lleva a cuestionarse cuál es el modelo óptimo. Quizás un híbrido de trabajo presencial y remoto pueda ser la solución que permita a empresas y trabajadores maximizar sus objetivos de productividad, interacción personal, motivación y conciliación laboral y familiar.
Conciencia de protección, conciencia de estar seguros
Respecto a la sociedad, y en relación con nuestra conciencia sobre la necesidad de aseguramiento, ¿ha cambiado algo?
La consultora Bain & Company ha publicado recientemente un estudio en el que destaca como el COVID-19 ha cambiado la mentalidad de la población en algunos ámbitos, entre ellos, el del ahorro y el consumo, y como se ha incrementado la necesidad de protección, manifestada por los encuestados en la intención de contratar o incrementar las coberturas de productos de vida y salud.
Dentro del sector asegurador, el ramo de vida ha tenido siempre un comportamiento anticíclico, de forma que, en momentos de grandes crisis, los tomadores de las pólizas aumentaban sus aportaciones a estos productos. Estos tomadores encontraban, en el sector asegurador, el refugio para su ahorro, que además se incrementaba, como consecuencia de la reducción del consumo por la incertidumbre de lo que deparará el futuro.
El grueso de este ahorro se tendía a canalizar a través de productos con tipo de interés garantizado, pero en momentos como el actual, con la falta de estos atractivos tipos de interés, el ahorro se ha quedado en cuentas corrientes con mínimos o nulos rendimientos, y en términos económicos, con pérdida de poder adquisitivo. Extrayendo las principales conclusiones sobre lo anterior, la situación actual que vivimos nos ha dejado oportunidades sobre la mesa que podemos aprovechar.
En palabras de María Antonia Cruz, presidenta del Colegio Oficial de Graduados Sociales de Madrid “Los graduados sociales … tenemos varios campos de trabajo. Ejercemos la representación técnica en juicio de empresas y trabajadores ante los Juzgados de lo Social. También gestionamos los recursos humanos en las empresas. Además, hay muchos graduados sociales que trabajan en la Administración, y otros graduados sociales tienen sus despachos de asesoría en materia laboral y fiscal, asesorando al 85% de las pymes y autónomos de Madrid.”
Del mismo modo que el graduado social asesora a sus clientes en materia laboral o de prevención de riesgos, entre otros ámbitos, puede también asesorar a sus clientes en materia de protección – definiendo sus necesidades concretas de capital a asegurar en caso de fallecimiento o incapacidad, y siempre teniendo en cuenta el gap a cubrir por las prestaciones que abonará la seguridad social frente a las necesidades reales familiares -, así como en materia de previsión social – donde podemos apreciar claramente que las prestaciones que percibiremos en el futuro por cuenta de la seguridad social, difícilmente permitirán el mantenimiento del nivel de vida previo a la jubilación -.
La protección cobra ahora más sentido que nunca, tanto por los riesgos en sí mismos, como por la conciencia de ellos, que se ha incrementado durante esta terrible pandemia. Saquemos lo positivo del momento, aprovechemos la oportunidad y ayudemos a los clientes aportándoles soluciones para sus necesidades actuales.
Autor: Enrique Durán de la Caballería. Director de Canales Tradicionales de CNP Partners